Por Marta Ramos
Presidenta del Foro Mundial de Editores
Sé que parece que llevamos mucho tiempo repitiéndolo, pero el clima para el periodismo ha cambiado, las reglas están siendo desmanteladas, y realmente estamos en territorio desconocido.
Los desafíos conocidos siguen acechando nuestra profesión y pesando sobre nuestras redacciones; problemas con los que hemos estado lidiando, debatiendo sin cesar y apresurándonos a adaptarnos – todos ellos ahora se presentan con total claridad.
El modelo económico que financia nuestro periodismo y mantiene accesible la información de interés público está más presionado que nunca. Enfrentar el avance constante de las nuevas tecnologías y encontrar formas de llegar a nuestras audiencias antes de que se alejen es una preocupación constante para cada líder de medios.
Y la seguridad de nuestros periodistas – tanto en línea como fuera de ella, en contextos de conflicto y, cada vez más, en su cobertura diaria – se ha deteriorado drásticamente. Aborrecemos las muertes de tantos de nuestros colegas en Gaza y condenamos de forma inequívoca los asesinatos de quienes fueron deliberadamente atacados por el ejército israelí – simplemente por ser prensa.
No podemos permitir que la impunidad borre la memoria de los periodistas caídos. Nuestros valientes colegas en Gaza siguen derrotando el silencio que se les impone; debemos amplificar su voz y unirnos a ellos siempre que sea posible.
Pero hoy enfrentamos un desafío adicional, quizás el mayor hasta ahora – uno sobre el que venimos advirtiendo desde hace años, pero que nunca pensamos que se concretaría de la forma en que lo ha hecho.
Me refiero a la normalización de líderes populistas, que aprovechan al máximo los tiempos polarizados en los que vivimos para alterar el orden establecido, convertir la verdad en su contrario y desatar agendas extremas, a menudo reactivas.
Y siempre con la prensa como blanco principal.
Lech Wałesa: "Yo alenté a Trump a que se postulara”Las señales han estado allí para muchos de nosotros, desde Filipinas hasta Brasil, y en mi propio país, México.
Sin embargo, estos dos años como presidenta del Foro Mundial de Editores me han brindado una ventana para experimentar de primera mano el caos global que viven nuestras redacciones. Por supuesto, el péndulo político ha seguido oscilando, permitiendo a algunos celebrar victorias y a otros lamentar derrotas.
A lo largo de todo este tiempo, nos mantuvimos firmes y seguimos haciendo lo que mejor sabemos: buen periodismo, esperando y creyendo que llegarían días mejores.
Y entonces, la nación más rica, poderosa e influyente del mundo se asomó al abismo…
Si los últimos cuatro meses nos han enseñado algo, es que nos esperan cuatro años muy largos.
Nunca habíamos presenciado un retroceso tan dramático de principios ni un abandono tan flagrante de valores en el escenario internacional. Todo esto resulta aún más impactante viniendo de quienes se autoproclaman líderes del mundo libre.
Distorsión voluntaria
La naturaleza de esta hegemonía global hace que todos sintamos los efectos dramáticos de esta distorsión voluntaria y consciente del concepto de derechos y libertades. Es doblemente doloroso viniendo de la misma nación que inspiró a tantos en el mundo moderno a reclamar esos derechos y libertades como propios.
¿Qué se puede hacer? La respuesta, nuevamente, está en nuestro periodismo.
Medios de todo el mundo exigen la protección de la integridad de los contenidos periodísticosPara blindarnos contra lo peor de esta ola, para unirnos en solidaridad y resistir con la voz colectiva de una industria que no se doblega ante las presiones del autoritarismo, dondequiera que se manifieste.
Para seguir creyendo en el valor del buen periodismo, en la necesidad vital de una prensa independiente y crítica. Para continuar exigiendo rendición de cuentas al poder y haciendo todo lo posible por mantener viva la luz mientras la oscuridad nos rodea.